Type your search keyword, and press enter

Extracto – Capítulo 20

Mientras tengáis, perros

Suena el vals de la decadencia,

el abismo en tres por cuatro se acerca,

mientras bailáis con nauseabunda pompa

sobre nuestras espaldas.

Confiados pensáis que caeréis sobre nosotros,

sobre nuestras espaldas.

Así sonáis, así sonáis perros:

Perros que no sois ni hombres ni animales,

bestias con lo peor de ambos.

Ladráis alto y gobernáis sin ser electos,

nos mordéis la rabia para luego vendernos el medicamento:

es el inmigrante, es el funcionario, es el parado el problema,

es el que abre la boca y no calla ni come vuestras sobras.

Perros, ya ni la vergüenza es vuestra dueña.

Decís que a nadie debéis nada, que el pobre asuma la culpa,

pero bien sabéis lo odiosa que es vuestra deuda,

y tanto lo que nos debéis.

Nuestros derechos, nuestra dignidad, nuestra justicia.

Tanto lo que nos debéis.

Nuestra salud, nuestro trabajo, nuestras vidas.

Bien sabéis que nunca nos lo podréis devolver.

Y ni intención tenéis.

Porque todo esto qué más os da,

mientras tengáis quien os ondee falsa bandera

y nos reúna en torno al capital-patriotismo,

dando respiro a nuestro miedo de televisado terrorismo,

donde señaláis al bueno y al malo, caras de una moneda

que acabará en vuestro bolsillo.

Y qué más os da todo esto, perros,

mientras tengáis quien os limpie las babas

cuando saliváis con futuros ingresos en cuenta,

quien os huela el trasero

cuando cagáis dinero y no riqueza;

quien os cante las mentiras para que tarareemos,

de camino al trabajo lo afortunados que somos,

después de todo aún para comer tenemos;

quien os ahorre el trámite de los disturbios,

el mal trago de rompernos la cabeza,

para una vez abierta meternos a palos

que nuestra vida se decide en vuestros despachos.

Porque todo esto qué más os da, perros,

si tenéis quien os vomite lo que queráis en los medios,

y hable de la oferta y la demanda como religión:

con milagros como el de la multiplicación

de los pobres y los peces, peces gordos;

con fe en el mercado sin regulación ni humano,

de una desigualdad galopante e interesada;

con ofrendas a nuestra excelente democracia sobornada,

de títeres aplaudida por títeres manejada por intereses;

con devoción por la libre circulación de las mercancías,

para opulencia de pocas manos y globalización de la miseria.

Eso es lo único que sabéis hacer,

acumular riqueza ahondando en nuestra pobreza.

Todo lo que nos habéis concedido,

todo lo que nos habéis permitido,

ha sido para mantenernos tranquilos,

para que no atufase demasiado a represión

sino a un fresco olor a orden público;

porque no os sentíais con las suficiente fuerza,

o aún os causábamos miedo

o aún guardabais minúscula vergüenza;

porque, sobre todo, aún había pastel que repartir

y os habíais asegurado de quedar con la mayor parte.

Así sonáis, así sonáis, perros

que sin conocer ninguno consumís tres mundos:

subastando en Bolsa pasado, presente y futuro;

mojando acciones en sopitas de petrodólar,

que apestan, apuestan cuán pobres seremos;

vendiéndonos sacos de hipotecadas vidas,

prestando el dinero que no es vuestro

a cambio de lo que no tendremos;

especulando con arroz del que germinan billetes,

y repartiendo cereales sin semillas fértiles;

investigando para mayor obsolescencia

nos anunciáis que lo nuevo es siempre mejor,

mejor para vuestro bolsillo;

invirtiendo en ayuda al desarrollo de la guerra,

el negocio en el que el pobre es más lucrativo:

matando y muriendo.

Lo que al final siempre terminamos haciendo,

matando y muriendo.

Somos nosotros los que fabricamos los coches,

y nuestros los pulmones que fuman tubo de escape,

Somos nosotros los que fabricamos el plástico,

y nuestros cuerpos y alimentos su vertedero.

Somos nosotros los que fumigamos,

y nuestros los hijos malformados.

Somos nosotros los que compramos,

aquello que al mismo tiempo nos consume.

Matando y muriendo es lo que

al final terminamos haciendo.

Nos habéis acostumbrado a no ser felices,

Nos habéis convencido de que

la felicidad es del que la paga,

Nos habéis demostrado que vosotros

lleváis tiempo gastando la nuestra.

Por esto perros, perros que ya estáis royendo hueso,

esto no es un aviso, esto es una certeza.

Nos dirigís al abismo y tenéis todo por perder,

Porque todo lo habéis robado.

Esto no es un aviso, esto es una evidencia.

Nos arrastráis al abismo con poco que perder,

Porque todo nos lo habéis quitado.

Esto no es un aviso, esto es una certeza.

No moja ya la lluvia sucia de vuestra propaganda,

Ahora es sólo un calabobos.

Se agota el miedo y la paciencia para vuestro engaño.

Se agotan las horas al día para vuestros puestos de trabajo.

Se agota el sueldo irrisorio de una precariedad como lujo.

Agotados y sin nada perderemos el miedo.

Y tendremos todo por ganar,

Y poco, muy poco por perder.

Extracto – Capítulo 8

La mañana siguiente, que realmente se parece más a un mediodía, se hipotetiza largamente sobre la procedencia de aquél hombre, malamente tumbado en el sofá de la casa de Cristo e Iria, donde la noche anterior durmieron amigos y amigos de. Disueltos los que extrañando su cama abandonan la casa abriéndose paso entre legañas, preguntados los pocos que quedan respondiendo con coreografía de alzamiento de hombros, el aún no conocido okupa de la horizontalidad tapizada comienza a molestar. Ante esto se deciden aplicar las clásicas tácticas de asedio a sumergida consciencia: test de monosílabos, meneo de hombro, bofetaditas espabilantes, preguntas unidireccionales, colocación vertical del tronco, monólogo en busca de diálogo, pellizco en carne plomiza… Nada. El periscopio del incordiante submarino no logra ver más que negrura en la profundidad del subacuáticoconsciente, sueño imperturbable y en pesadísima calma. Sin saber qué hacer con éste náufrago, que se empeña en hacer de bote salvasueños el sofá, se decide integrarlo en el mobiliario del salón, plegando sus piernas para ganar espacio, sacudiendo de cuando en cuando la ceniza que cae de despreocupados cigarros. […]