Como en tantas otras infancias en las que la paternidad ejerce de modelo especular Iolupo, Iolú para sus amigos, sabe lo que es ser jardinero de oficina porque así lo fue su madre. Su nombre, acuñado desde la Gran Esperanza por sus querientes : Arca Matri. Una cálida y generosa nave nodriza que, en turbulentas aguas de tránsito entre un mundo consumido y otro aún no nacido, supo preservar en su seno a una pareja de cada especie: prudencia-valentía, ternura-firmeza, astucia-candor… Especímenes que tras el periplo de una maternidad entre paradigmas a la deriva, se reprodujeron generosamente en su progenie (de dos padres dos hijos y tres hijas, todos ellos acogidos por los caudalosos brazos matrices). Arca Matri es la madre, un símbolo que demuestra que el milagro no es el de dar vida, sino el de protegerla sin ahogar su crecimiento. No casualmente la enseñanza de mayor valor que transmitió a Iolupo fue no renunciar nunca a ser persona, no permitir que las responsabilidades como madre succionasen (apetítamente , al igual que sus hijos la leche de sus senos) sus aspiraciones como ser humano. […]